viernes, 25 de septiembre de 2009

Aquí va un ejercicio de creación libre, con el único requisito de empezar así:"Se llama _____, igual que yo, y por eso su historia me duele el doble"



Se llama Xavi, igual que yo, y por eso su historia me duele el doble. El día que nací, él ya llevaba unos años, no más de tres, ensimismado, como esperando mi incipiente e inevitable llegada. Pese a ser mayor que yo, Xavi era consciente que sin mí el mundo no tenía equilibrio, y pronto comprendió de la importancia de consultarme en cada decisión siempre y cuando su fin fuese obtener un resultado positivo a largo plazo. Aún así, en nuestros primeros meses de convivencia –y también en los últimos- me fue imposible dominarlo, puesto que se dejaba llevar enteramente por mi antónimo nacido bastante antes que yo también llamado Xavi, aunque más generalmente corazón, irreflexión, imprudencia o improvisación. Y lo entiendo, comprendo que a priori yo pueda parecer una carcoma, el típico murmullo incesante que precede a una reflexión. Sé que en ocasiones he sido para Xavi –el Xavi en el que convivían mi antónimo y yo, el que finalmente decidió a quién ignorar- una filosofía, un patrón a seguir, un método de actuación infalible, pero también soy consciente del vacío que me hizo en los momentos más memorables de su vida y del vacío que me está haciendo en este mismo instante, aunque éste último ya es irremediable hasta el fin de mi amarga existencia. Vale, estoy al tanto de que no soy bienvenido en las fiestas desinhibidas que los jóvenes como él protagonizan, pero yo no pido entrar por la puerta grande en esas veladas sin control, solo pido que entre tanta insensatez i descontrol acompañados de litros de alcohol y grandes dosis de sexo se tome una pequeña copa de mí, del elixir del perfecto equilibrio. Xavi nunca supo (o quizás fue culpa mía, de Xavi al fin y al cabo) alcanzar el término medio. Cuando yo reinaba en su cabeza los éxitos eran rotundos porque solo había lugar para mí en él, pero la consecuencia de todo éxito es su celebración, y aquí es donde Xavi pasaba de mi extremo al extremo de mi opuesto, sin pasar por el entreacto de la armonía. Grandes logros conllevan grandes celebraciones, y grandes celebraciones continuas implican un final no deseado. El cuerpo de Xavi fue sometido a regulares riesgos innecesarios hasta que la caprichosa suerte tan a menudo tentada soltó el hilo del que pendía Xavi y Xavi mi antónimo. Pero ya se sabe, siempre pagan racionales por irreflexivos. Yo, Xavi, conocido vulgarmente como la razón, que nunca había sido tenida en cuenta en ninguna de esas intrépidas actividades cargadas de peligrosa inseguridad soy quien está sufriendo el doble las consecuencias del fatídico accidente que dejó inservible al Xavi ser y dejo sin más ganas de veladas sin razón a mi divertido pero fatal si se utiliza de manera radical antónimo complementario: la irreflexión, o en su extensión, las ganas de quemar la vida sin perder el tiempo en cavilaciones sin duda necesarias.

1 comentario:

  1. "Xavi nunca supo alcanzar el término medio."

    Desde fuera, aún asi, parece que el verdadero Xavi sí puede tocar con los dedos el termino medio. Y tienes razón, muchas, muchisimas personas no són capaces de encontrarlo. Pero, ¿realmente quieren?.

    Me ha gustado muchisimo. La primera frase en sí ya daba para sacar algo genial, pero chico, esque te has lucido.

    G.

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